He de reconocer que la llegada de mi hija Noor fue en un momento en que mi creencia y como consecuencia mi ilusión en ellos estaba muy de capa caída. Así que pensé que no iba a fomentar en Noor algo que a mi me había traído sinsabores y desengaños, que la iba a dejar ir por su cuenta.
Además, me parecía que yo no debía mentirla, que debía ser siempre honesto con ella y decirle realmente lo que pensaba y este momento, reyes y papá Noel constituían una clave para mi honestidad y mi postura ante la verdad y la mentira. Aunque en realidad para ser franco debo decir que nunca lo he considerado algo entre verdad y mentira, sino mejor entre fábula y realidad.
Por supuesto que sí cuide algo: el día de reyes, la tradición en España de regalar en ese día. Y ese día a Noor no le han faltado nunca los regalos traídos por lo reyes, ni el roscón con chocolate, ni, por supuesto, la cabalgata de Reyes, que todos los ayuntamientos organizan, y también en Madrid donde hemos vivido estos años. La cabalgata ha sido siempre el momento álgido de la celebración de reyes. Para Noor ha sido cada año un momento ilusionante para el que se ha preparado y cuyo centro es la recogida de caramelos. Todos los años hemos vuelto a casa con una enorme bolsa llena de ellos, tantos que es imposible que se los termine.
Como el centro han sido los caramelos, un año lo fue una elefanta que se detuvo con la cabalgata justo delante nuestra. La elefanta se dedicó esos minutos de parón a recoger con su trompa, de un modo eficaz y sin perder ripio, todos los caramelos que caían dentro de su alcance. La gente aplaudía regocijada, pero Noor se puso a llorar. Un llanto fuerte, claro. Yo no entendía qué pasaba. Lo que le pasaba a Noor era que la elefanta se estaba comiendo “SUS” caramelos. Yo tuve que hacer un cambio emocional importante para ajustarme a su situación y pasar del regocijo de la situación general a llorar una pérdida tan importante. Noor tenía 3 años.
Así que Noor sin guía se enfrentaba a la creencia en los reyes Magos y también en Papá Noél. Su madre tampoco ha constituido una guía para ella ya que, al ser de ascendencia árabe por los cuatro costados, no había vivido esa tradición hasta llegar a España.
En un primer momento y que duró muy poco, Noor negó la existencia de Reyes y Papá Noel. Seguramente lo hizo siguiendo a su madre y mi nulo impulso verbal en el tema. Pero eso le duró lo que un caramelo a la puerta de un colegio, conforme se acercaban los reyes de sus cuatro años, me dice, con esa cara de preocupación que indica: “dime que sí, por favor, dime que sí”: “¡Papá! Verdad que Papá Noél no existe, pero los Reyes Magos sí”.
Par mi fue una bofetada que me golpeaba diciendo que la ilusión es necesaria, imprescindible para un niño. Noor estaba en ese momento, que dura hasta los 6-8 años en que la fantasía y la imaginación son más importantes que la realidad. Es más, el momento en que la realidad va a ser construida a base de fantasía e imaginación. Que esas dos herramientas hacen que para el niño-niña todo sea posible y pueda adaptarse a ese mundo cambiante al que llega y al que se adecua de una forma tan eficaz. Sin imaginación no habría crecimiento cultural, ni avance, ni progreso porque cada generación volvería a un punto fijo de percepciones, como sucede con los animales. Eso que hace que un gato sea siempre un gato, y un gorrión, un gorrión, que hace siempre los nidos de la misma forma. El bebé humano es capaz de aceptar un hogar que va cambiando cada generación, y ahora tiene mandos a distancia y robótica para subir las persianas y móviles para hablar con Canadá y con los amigos del cole. Y eso lo hace porque su herramienta de trabajo durante los primeros años de vida es la imaginación y la fantasía, que no deben tampoco desaparecer después.
Así que, comiéndome mis decepciones y mis tonterías mentales, le dije a Noor que, “si hay reyes, ¿cómo van a llegar los regalos al salón de casa?”. Y así estamos desde entonces, y a pesar de que en el cole le han dicho los amigos, incluso sus primos, varias veces, que los reyes no existen, ella sigue creyendo y yo con ella y detrás de ella.
Llegará el momento en que deje de creer y espero que para mí volverá a ser una sorpresa que me ayude de nuevo a descubrir el mundo, un mundo mucho más amplio que el mío, con los ojos de una niña.
Nunca hay que dejar de ver las cosas con los ojos de un niño.
No falta a su illusion ni imagination porque siempre aprendemos algo.
Tengo una hija de 12 años.
Los Magos si existen (no se sabe si eran Reyes y si eran tres)…
En España durante mucho tiempo la sociedad ha sido cristiana porque la mayoría de gente lo era, y surgió la tradición de que los padres hagan de Magos con sus hijos, imitando a los Sabios de Oriente, que le llevaron regalos al Niño Dios, además de adorarle.
Cuando los hijos son capaces de valorar más a sus padres que a los Magos, es un buen momento de transmitirles la verdad completa. Hasta entonces sirve la verdad parcial: los Magos sí existen…
Entiendo que para personas con menos fe, parece una bonita tradición sin fundamento sólido, pero la realidad necesita ojos que quieran verla. Bonito relato. Un saludo cordial.