Durante tiempo he estado pensando que el respeto es una emoción de la familia del miedo, ya que muestra todas las señales corporales de la sumisión, algo que efectivamente la acerca al miedo que es el poseedor de esas señales.

El miedo sitúa por debajo, sitúa de forma defensiva frente al agresor, incluso invita a huir. Mostrar miedo en las jerarquías, es mostrar al otro que tiene espacio para avanzar, para incrementar la agresión.

El miedo por otro lado defiende las columnas de nuestra seguridad, lo que es fundamental para nosotros. Salta cuando algo importante para nosotros puede ser agredido. El miedo por tanto está ligado a la seguridad, y a lo que son elementos clave de nuestra vida.

El respeto tiene esas señales de sumisión: no permite agredir al otro, nos hace mostrar sumisión hacia aquello que respetamos. Sin embargo, después de muchas experiencias con emociones y reflexionar ampliamente sobre el tema, he llegado a la conclusión de que el respeto también pertenece a la familia de la sorpresa y es hermano de la admiración.

La sorpresa también muestra señales de sumisión ante lo nuevo que se descubre. Abre la boca, abre todos los sentidos para que lo nuevo pueda entrar. De hecho, cuando yo era pequeño me dijeron muchas veces ante la expresión de asombro o sorpresa: cierra la boca que te van a entrar moscas. Una reacción muy directamente dirigida a evitar la sumisión que esa boca tan abierta significa.

Siguiendo estas ideas, llevo tiempo he pensado que el respeto es miedo junto a admiración. Un sentimiento complejo que nos lleva a valorar algo como valioso, incluso como más valioso que nosotros mismos, lo que lleva precisamente a respetarlo. Por respeto a los propios valores se ha llegado a dar la vida, y sigue sucediendo.

Admiración tiene por ejemplo el amor y la belleza, y la persona enamorada admira a aquella a quien ama, tanto la admira que se pone en esa situación sumisa. Miedo a hacer daño, a menoscabar algo que se ha convertido en fundamental en nuestra vida y sumisión ante lo más grande que uno. Miedo y admiración: respeto. Columnas sobre las que apoyamos nuestra vida con un valor por encima del nuestro.

Podríamos sencillamente considerar, por otro lado, al respeto como perteneciente a la familia de la sorpresa, hermano de la admiración. Esta tiene los síntomas de la sumisión y de descubrir lo valioso, podríamos decir que es apertura y sumisión a lo que descubrimos valioso.

¿Por cuál de las dos posibilidades me decanto? Bueno pues, pienso que, decir que sencillamente pertenece a la sorpresa, la iguala sin más a la admiración y me parece que el respeto tiene elementos propios que no encajan en la admiración.

Esos elementos se refieren a algo muy nuestro, a lo que realmente nos define como persona. Esto se refiere a lo que he ido llamando columnas de la propia vida, que es aquello que detecta el miedo. Aquello que respetamos nos define como personas.

Por tanto, me voy a quedar en la idea de un sentimiento complejo, mezcla de miedo y admiración: miedo a tocar, alterar, manipular aquello que admiramos como muy valioso. Además, esto encaja muy bien con la idea de que es un sentimiento elaborado, que vamos formando en nuestra vida.

El sentimiento de respeto se queda muy bien guardado en nuestro interior y nos hace actuar precisamente respetando aquello que reconocemos como muy importante. Pero es bueno no olvidar que esta imbuido de admiración: en el momento en que perdamos esa apertura, considerar un valor clave, en el mismo momento en que se convierte en rutina, el respeto comienza a deteriorarse: debe estar siempre abierto y admirado.