Resumen: recupero las 3 finalidades de la oratoria romana: persuadir, motivar, deleitar, como clave para la enseñanza, para cada clase hoy, si se pretende el aprendizaje.
La comunicación no es simple información y mucho menos en un aula. Es mucho más y para entenderlo me gustaría recuperar las 3 finalidades de la oratoria clásica, en concreto la romana. Estas eran: persuadere, muovere, deleitare. Se podrían traducir como persuadir, motivar y divertir. No es difícil darse cuenta de que si se reúnen los 3 objetivos nos encontramos realmente lejos de la mera información. Los romanos, pueblo eminentemente práctico, entendían la oratoria como un modo de atraer las personas a las propias ideas, al propio partido. Se trataba de movilizar en favor de lo que se defendía.
Persuadir es incluso más que convencer, es convencer de un modo operativo, activo. La definición del diccionario RAE es: «Inducir, mover, obligar a alguien con razones a creer o hacer algo». Está muy bien esto de «obligar con razones». La educación es mucho más que informar, busca transformar a las personas. La educación trabaja con personas y estas para aprender deben hacer, es decir deben convencerse y actuar, hacer, transformar en práctica su descubrimiento.
El saber teórico está de capa caída, si es que alguna vez ha tenido existencia real. Desde luego el profesor y el maestro lo están olvidando y las clases se están transformando desde el punto de vista de la practicidad y la utilidad. Este es el criterio, que las clases, el aprendizaje sea útil. El alumno debe encontrar útiles sus clases. Utilidad es conexión con la vida.
Recuerdo un profesor de matemáticas con muchos años de experiencia, que me dijo un día: «No deja de sorprenderme que en 30 años los alumnos no han dejado de decirme que no veían útiles las matemáticas». No se si quería decir que él si las veía útiles, lo que si me resulta claro que una emoción, la sorpresa, que genera energía para abrirse a lo nuevo, no había conseguido en él que se abriese a esa «nueva» situación: los alumnos no veían útil su asignatura. Esta se ha convertido en teórica y se ve desconectada de la vida diaria de los alumnos. Es muy difícil estudiar algo a lo que no se le ve sentido.
A mi lo que me sorprende es que este profesor y el sistema educativo en general no hayan reaccionado a pesar de las múltiples señales y no se hayan adaptado a un cambio que era un grito a voces.
Motivar. Esta es una clave que contiene el buen discurso. Motivar es mover, según la RAE: «Disponer del ánimo de alguien para que proceda de un determinado modo». Para motivar hay que tener muy en cuenta al alumno, a cada uno de ellos, saber acertar con la llave que los abre, que les pone en movimiento. Significa mucha atención y mucha escucha a cada uno. Desde luego la capacidad de motivar es una de las habilidades más esenciales de un docente.
Por último, divertir, deleitar, hacer que los alumnos lo pasen bien, que sea agradable. Es algo muy importante. Las cosas se retienen, se aprenden, cuando el momento resulta divertido, estimulante. Pasarlo bien nos abre. No se trata de que el profesor tenga que contar chistes o ser un payaso. Aunque desde luego el sentido del humor no molesta en clase, sino que es una herramienta muy útil. Se trata de algo que atraviesa toda la intervención: ilusionar, transmitir ilusión por aprender, por descubrir, por conocer.
Persuadere, muovere, deleitare. Gran sabiduría. Es el conjunto de los 3 lo que funciona, es su armonía lo que transforma un aula en el lugar de la comunicación.
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