Efectivamente el enfado tiene mala prensa, muy mala aceptación social y genera muchos rechazos. Sin embargo el enfado es una emoción básica que aparece desde muy pequeños en los niños. Emociones básicas hay solo 6 y el enfado es una de ella. Después del enfado sale toda una familia de sentimientos que en su núcleo nos traen la información de la misma necesidad con matices diferentes. Los matices son importantes. Algunos de esos sentimientos son: ira, cabreo, furia, rabia, cólera, enojo, disgusto, desagrado, irritación, arrebato, contrariedad, etc. Todos aportan matices diversos a una información central: hay algo que es nuestro, que hemos perdido de algún modo o quizá aún nunca hemos poseído, y que nuestro sistema emocional evalúa que lo podemos recuperar. Si se da ese algo, ese objeto al que se dirige el enfado, por perdido de modo definitivo entonces la emoción que surge no es enfado, es tristeza.

Entonces el enfado y su familia tiene una función fundamental pues se ocupa de indicarnos lo que es nuestro, lo que consideramos nuestro en el sentido más amplio de la palabra y queremos recuperar o conseguir. Precisamente por esto el enfado está conectado con la percepción de la justicia, ya que la definición de justicia clásica es: ius suum quique tribuere, dar a cada uno lo suyo. A nivel emocional enfado indica precisamente esto.

Cada emoción apunta a una necesidad, las emociones surgen cuando sentimos la carencia de alguna necesidad fundamental en nuestra vida como seres humanos, o mejor como animales humanos. El enfado apunta a la necesidad de libertad, o si quiere expresar de modo más clásico a la necesidad de logro. El enfado es el que detecta que conseguimos metas o no, que somos libres o no, que logramos aquello que nos proponemos conseguir. Fundamental todo esto: logros, libertad. Dentro de esta necesidad se encuentra también la de reconocimiento. El ser reconocidos por los demás en lo que somos y en lo que hacemos. También el que nosotros nos reconozcamos a nosotros mismos, nuestra autoestima está conectada al enfado y sus logros. No hay autoestima sin al menos algún logro.

Por si todo esto fuera poco el enfado pone en marcha mucha energía, produce una reacción somática que genera energía, mucha energía. Energía necesaria para ir hacia nuestras metas y llegar así a nuestros logros. El enfado tiene mucha conexión con la motivación, la motivación de la conquista, de ampliar el propio mundo, de conseguir reconocimiento social.

Entonces a mí se me genera constantemente la pregunta: Si es tan importante, ¿por qué genera tanto rechazo? El enfado tiene como gestión la dificultad de su aceptación social y en eso, en su aceptación o no se juegan muchas cosas para cada persona.

Para esto es necesario lo que indico en el título, el enfado es lo que he dicho aquí y no es la conducta. No confundirlos. La buena gestión emocional, lo inteligente es escoger la mejor conducta para expresar el enfado. Para ello hace falta una buena base de educación emocional y estar al final del camino. Mientras los niños llegan a ello primero hay que enseñar y practicar mucho autoconocimiento para detectarlo y luego hay que enseñar a gestionar el enfado en multitud de ocasiones.

En mi opinión es clave para los docentes recoger el enfado de los alumnos, desde pequeños, aceptarlo, gestionarlo bien, algo inmensamente alejado de reprimirlo, aplastarlo, presionarlo, meterlo dentro de tantas normas que se le quita su fuerza. Es evidente que la educación y la disciplina son importantes en el aula, pero no por encima de la motivación, el impulso a aprender, la ganas de llegar a objetivos. En gestionar bien el enfado un docente se juega mucho de la capacidad de educar emocionalmente a sus alumnos.