Voy a hablar de este tema sencillamente porque ha sucedido y tengo claro que las interpretaciones, las opiniones, los juicios, etc., etc., nunca deben estar por encima de los hechos, porque entonces son prejuicios. Los hechos deben ser aceptados sencillamente porque están: la realidad es tozuda y se impone por encima de los modos en que la interpretamos. También quiero hablar a pesar del fuerte malestar emocional y del miedo que nos produce el hecho y quizá precisamente por eso. Quizá la prevalencia de prejuicios en este tema se deba precisamente al malestar emocional en que nos sumerge y su ocultación persistente al miedo que nos produce. Pero vamos a los hechos con el relato presencial de una alumna de 2º de bachillerato.
“La mañana transcurría normal y tan tediosa como siempre hasta el recreo. En el recreo la ola del rumor se hizo imparable y recorrió todas las esquinas del patio, se subió por las escaleras, cambió de curso con rapidez y alcanzó a todos los alumnos del centro, desde 1º de la ESO hasta bachiller, pasando por todos los grados imaginables de la FP: una alumna de 3º de la ESO se ha suicidado tirándose desde un piso 12. El rumor crece del mismo modo que el estupor, el asombro: «¿qué ha pasado?», «¿cómo ha sido?», «¿quién era?», »¿la conocías?», después ya afloran las preguntas desde nuestro malestar que crece, «¿cómo es posible?», «¿qué le pasaba?» y las tímidas respuestas que parecen responder, pero no responden nada: «Parece que estaba depresiva», y nuevas inquietantes respuestas: «los profes no sabían nada», «y sus padres tampoco, ¡ellos menos que nadie!»”.
“A la vuelta a clase el grupo de las pijas está venga a llorar, aunque no la conocían. Me sorprende. Llega la profesora y ante el panorama decide que es bueno hablar del tema. A mí no me gusta la idea, pero comienza. Y lo hace por “pobre niña”, el sentimiento de pena por ella. La profesora aporta: «ya sé que es muy bruto pero ella ya ni siente ni padece, los que sufren son los que se han quedado aquí». La conversación deriva hacia que los que lo pasan mal son los que se quedan, que ella se ha ido y el «marrón» nos lo quedamos los vivos. De nuevo la profesora aporta que «cuando sois adolescentes veis todo en blanco y negro, en muchos extremos, y las cosas no son así, hay que saberlo, hay que darse cuenta». Me desasosiega la falta de empatía con los sentimientos de la chica que se ha suicidado, con su sufrimiento que le ha llevado a ser capaz de mirar abajo desde una altura de 12 pisos y tirarse. No puedo soportarlo y me voy de la clase”.
“Después viene la siguiente profesora. Parece que con una actitud más tranquilizadora, comienza pidiendo que se rece por la chica que ha muerto. Y luego dice que «tenemos que fijarnos más en las personas, hay personas que no expresan y están a nuestro lado y no lo vemos, no nos damos cuenta de lo que les sucede». Me da la impresión de que habla de ella misma y que lo mismo se podría decir del entero centro académico”.
¿Qué pienso yo que escribo esta entrada casi como un reportero? Sencillamente que es un momento para el que no se pueden establecer reglas, es el momento para la autenticidad, para hablar de lo que en realidad se siente; lo que presupone que se es consciente de las propias emociones, en este caso ese malestar devastador que nos recorre y nos ahoga y que sabemos ponerle palabras a eso. Bueno, mejor dicho: que no tenemos miedo a ponerle palabras a nuestros sentimientos y a escuchar los de los demás. No es momento para consejos, que suenan a muy falsos, muy justificativos y los profesores a veces piensan que de todo se tiene que sacar una enseñanza, que tienen que ser ejemplares en todo momento y no es cierto, tienen que ser ellos mismos y eso hay que aprenderlo, es una actitud, tanto como la de ser siempre “profesores”. Es el momento de ser persona y no esconderse detrás del papel o de su “traje” profesional. Hablar de verdad desde sus tripas, desde su malestar, desde su desconcierto desde su incomprensión. Eso es precisamente lo que sus alumnos van a entender. La vida, la realidad es siempre más grande que nosotros y debemos aceptarlo y no tener una solución en el bolsillo para cada caso.
Gracias Antonio. La verdad es que la depresión es muy, muy difícil de tratar.
Un saludo
Rosemary Galán.